Demencia

Ya no queda sangre dentro de mí.
La He extraído toda gota a gota
y precipitado sobre mil cubetas,
enfiladas en forma de espiral,
destapadas a la intemperie
bajo la ventana de las largas noches.

Me llenaste las venas de odio
y mi sangre se volvió negra,
grumosa, densa.
Se me hincharon las piernas, las manos,
el estómago.
Me convertí en un monstruo atroz,
solitario, vengativo.

Ahora sólo quiero que me encuentres
antes de que me marche,
y que respires bien hondo
el olor de mi sangre
y así se quede, en tu cerebro,
unido a mi imagen,
este aroma execrable.

Y que cada vez que otro te toque,
como yo te toqué,
arcadas en tu estomago se desaten
y, que por más que pasen los años,
seas incapaz de besarle.