Confía en el tiempo

Empezaste escalando la pared del gran pozo. Necesitaste apoyos, cuerdas y arneses... pero no te fueron suficientes. A medida que avanzabas, la disposición de aquel montón de piedras se iba alterando, hasta llegar a alcanzar una desafiante inclinación. Tal era ésta que, tus pies se resbalaban y, tus manos no acertaban a agarrar un apoyo estable. Tus dedos, sudorosos y cansados, rasgaban las paredes... ojalá fuesen ventosas, pensaste... Se iban limando tus uñas y, mientras tanto, la gravedad hacia apogeo de su poder. Ibas cayendo. Simulabas un gato indefenso sobre una superficie resbaladiza. Tus pies llegaron a ponerse delante de tu cabeza. Tu cuerpo se deslizaba a trompicones sintiendo cada pinchazo, cada pellizco, cada rasguño que el terreno abrupto del pozo te deparaba. Tu mente, mientras tanto, y también a trompicones, iba recuperando imágenes del pasado. Aparecías en compañía de alguien que te regaló flores descalzo... Que te besó en el ártico y te hizo sentir que era verano. Alguien que, atemorizado: huyó. Te dejó en soledad, allí, en lo profundo del “gran pozo”. Llegaste malherida, pero llegaste a lo más hondo, más oscuro de aquel viaje. No te sirvieron de nada los pasos que avanzaste. Ni el dolor de tus manos, ni tu aliento entrecortado, ni las pequeñas heridas sobre tus rodillas, te impidieron descubrir la gran ironía en la que te hallabas. Habías puesto tu empeño en escalar, para llegar hasta arriba y volver a respirar... Pensaste estar preparada para volver a empezar. Creíste que alguien allí arriba alargaría su mano... No había nadie. Deshiciste el camino recorrido, llegando al lugar del cual habías partido. Te diste cuenta que, hay abajo, sentada en el fondo del pozo, hasta el cielo parecía más pequeño. Decidiste quedarte ahí un tiempo. Sin maldecir el trayecto que te había propiciado tantos golpes, reposaste tu mente, tu alma y tu cuerpo. El dolor de las heridas de tu cuerpo superó al que sentían las heridas de tu corazón.Es ahora cuando te das cuenta de que, a veces, la soledad, es la cura indispensable, más barata y necesaria para suplir la angustia que, en compañía de otro, te dedicaste a vivir.Cúrate, quédate a solas y comprobarás, que será el mismo tiempo el que te regale las alas que te saquen del pozo.


Nota: Este texto tiene años ya a sus espaldas. Va dedicado a la persona que me inspiró a escribirlo. La vida da muchas vueltas TeaR y me alegro, ahora estamos los dos caminando sobre terreno firme, lejos de esos agujeros :)

By Mahe